Aprovechando que al medio día me he quedado solo en la instalación de Cantolagua, y puesto que tenía ganas de relajarme un poco, he decidido darme un voltio por el río ARrgón. La mañana pese a ser finales de septiembre ha sido soleada y el calor no me ha dado tregua. Además, no conocía la zona y de la vera del río me he adentrado en unos campos de secano donde he podido sentir el desierto en mis labios. Realmente, has sido 50 minutos tranquilos y calurosos pero como siempre relajantes.
Mientras mi cuerpo como siempre iba a unos 5 minutos el kilómetro, mi mente doblaba varias ves la velocidad de la luz y no he podido evitar pensar en todos esos campos de cereal, que en otoño apenas lucen, pero que tenazmente estaban siendo labrados por varios agricultores con sus modernos tractores. Y dentro de la crudeza del paisaje y de la hora, se podía casi masticar el polvo del trabajo, del esfuerzo de sus gentes por seguir adelante donde muchos que lo tenemos más facil, llegamos a arrojar la toalla.
Yo mismo, he tenido la tentación de pararme en un par de ocasiones debido al calor y a la sed, pero en ese momento, además de aguijonearme el orgullo del corredor que no quiere parar, he mirado los campos que se abrian ante las embestidas del trabajo de sus gentes y he sido incapaz de parar.
De hecho ahora mismo estoy muy cansado, prácticamente se me cae la cabeza mientras escribo pero la forma de salir de nuestra apatía es no darle tregua.
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